VERSOS PARA LAMER DESPACIO

Esa jaulita de tinta

en donde también canta la rabia

y un cierta alegría intachable

barricada de labios chamánes

cuyas lenguas

resucitan tu sueño.

Es revolucionario reír

incluso bajo las sábanas

de un día que tarda

como cuando te pierdo de vista.

Ella siempre les decía:

venid llorados de casa.





No creo

que tanta miserable alegría

tanto trinar de escaparates

tanto pájaro con jaula

tanta zanja como herramienta

tanto cimiento como fosa

tanta alcantarilla como tumba

tanta niña con domador

tantos jóvenes con el alma desdentada

tanta monja armada

tanta ostia volando rasante

desde el hambre al vaticano

tanta canción para matar

tanta música para degollar hierba

tanto escenario para morir prestado

tanto beso ensangrentado

hojas de afeitar en la lengua

en vez de tu nombre

olvido afiladisimo como la v

maldita de la victoria

y su miserable alegría,

no creo que todo esto

sean frutos que lleguen

hasta las alhacenas del próximo otoño



sem pressa

Sem pressa, vem

E me ama

Atiça - me queira

Excita - me aperta

Mordisca - me xinga

Chupa - me lambe

Passeia - se enrosca

Geme - me encoxa

Lateja - me invade

Contraio - não pára

Acelera - me molha

Relaxa - me abraça

Felicidade - te amo...


Depois, sôfrego

segura meus seios

me morde

me estremece

me desnuda

me puxa

me chupa

e voraz me encaixa entre as coxas.

invade o meu corpo como se fosse meu dono

E é

E num entra e sai

lento e profundo

ora lento

ora selvagem

me corrompe os sentidos

me faz gemer

chorar e rir

no ápice do prazer

como uma insana.

E quando eu já quase enlouquecida

você, meu macho

explode comigo numa comunhão de almas

e num grito de êxtase

gozamos...!

Depois, cansados

suados de amor

incontidos em nós mesmos

na plenitude do ato

você, meu homem

me guarda no teu abraço

E eu adormeço gostoso.




Tão ou mais secreto quanto

O silêncio dos meus desejos

É esse teu olhar...

Que me despe

Que me arranca gemidos

E que me faz tua

Toda nua

Em pêlo...!



Na ponta da língua

nos encontramos

a salivar entre línguas

explorando como nunca

mesclando saciedade

com sofreguidão

arrepios na pele

mãos nos cabelos

corpos que se tocam

despudorados

energizados mutuamente

enfim nos entregamos

e ainda agora

nossas línguas brincam

se exploram

se misturam

nos tocam

me derreto pra você



Numa serena batalha de línguas

mãos, pernas e pele

A gente se amassa

se enrosca

se entrelaça

se funde

Num atrito enlouquecido

a gente vai e vem

Você, ereto, rígido

pulsando

me friccionando

Não tem jeito

Lubrifico

Enrubeço

Você suga, expulsa

Entra, sai

ensandecido que está

Abre espaço e me invade

me faz gemer de amor




Na tua boca

Eu viro fruta

Chupa

Que é de uva





Tus labios vuelan

sobre mi cielo

donde se estampa un bosque.

Un aleteo concéntrico

suplanta el hueso de saliva

con un maelstron tangible

Túmbate entre las sílabas

arriesga la cordura

gira un astro entrañable

respira hasta caer sin alma.

El «pequeño acantilado»,  

a cuyo borde se ha tendido  

a descansar con negligencia  

la parte más pesada de tu cuerpo  

sobresale hasta punzar la muerte.

Volcánica estirpe

la que chupa mi cordura

y eres tu la horda

que empuja la flor de carne

que solo un hocico arde

entre este tinglado de leche.

Mira, lleno de vértigo,  

y descubre la vasta y oceánica ceguera

cuyas aguas tienen el calor de un nubio.

Hurga, hurga hocico en llamas,

habla con le petit enfer  

donde la savia murmura    

un bosque en la punta de mi lengua.

Y ahora encaramado en la cumbre  

contempla como palpita el universo.





  

Había cielo a manos llenas, y mocos,

mapas de mocos en las mangas,

tiendas sin trampas, aceite en paño,

las risas sabían a estraperlo y a aceite virgen

los dedos en los escondites,

jugaban a enfermeras y ladrones.

Los veranos eran anchos y tupidos,

gordos y se tumbaban bajo los cerezos

con los jóvenes padres

mientras las muchachas zurcían niños delgadisimos




y cuentos para los inviernos impíos,

de fríos verticales y deshabitados

que   encantaban las manos

llenas de remiendos y grietas

que nos hacían santos sin remedio.

Pero pecábamos tempranito

con las sobrinas de los curas

y con los animales domésticos que comian el frio.



Tumbada en el suelo,

Con la protección de la tierra,

El último año

Se acuesta al Norte, no tan lejos

De tus dedos de fuego.

La salud es como la hierba,

Y como ella crece sin contar con tus deseos.

El verano

Sostiene en alto a la tierra

Y casi todo se cura

Cuando llega el invierno.

Seguro que en esta noche que brilla

Como las sombras de tus ojos

Los corazones lloran

Curando la pena

Y todas las estrellas tan limpias,

Y tan limpísimas las sombras…..

El último año se acuesta al norte

Y las próximas nieves

Serán saludables

Como tu llanto ahora.

Hoy la noche se acuesta a mi lado

Sin el brillo oscuro de tus ojos.


No creo

que tanta miserable alegría

tanto trinar de escaparates

tanto pájaro con jaula

tanta zanja como herramienta

tanto cimiento como fosa

tanta alcantarilla como tumba

tanta niña con domador

tantos jóvenes con el alma desdentada

tanta monja armada

tanta ostia volando rasante

desde el hambre al vaticano

tanta canción para matar

tanta música para degollar hierba

tanto escenario para morir prestado

tanto beso ensangrentado

hojas de afeitar en la lengua

en ves de tu nombre

olvido afiladisimo como la v

maldita de la victoria

y su miserable alegría,

no creo que todo esto

sean frutos que lleguen

hasta las alhacenas del próximo otoño





Las dulces dudas

que mis dedos crian

hacen de tu paisaje

un escondite para peces.

Voy y vengo ardiendo

como felinos pobladores

de la nieve que respiro.

Hace siglos que de pronto

me conocen tus músicos:

son todos mansos labios

que me matan en silencio

mientras tu, insaciable

y saladita como el mar negro

reconoces mi derrota de pirata

y te ries vertical, abierta y cruda

hasta agotar la láctea cosecha de mi aldea.

Me dices que sin prisa te de caza

cuando ya en la jaula de tu lengua

gozo y tiemblo como cordero

y tigre al mismo tiempo.

No hay dios que multiplique

los panes y los peces

es impensable

festejos

tan

mortales

como estos que celebran

tus manantiales con mis dedos

los dientes sin manos sobre tu alambre

incandescente

y todos mis sentidos jugando  

a suicidarse

en tus acantilados comestibles.





Ella me riega las palabras amables, el cariño recién hecho.

Me deja la penumbra como quien deja un animal doméstico.

Los alimentos se ordenan desde sus cosas

Con los ojos cerrados y sin manos

recorro sus vuelos por el pasillo

que este mes de septiembre   salta a la comba

con un sol idiota que musica por todos los diablos

Mas ella me guia en esa eterna media hora

en que mis ojos adquieren la astucia del aguila.

Y   ya en la puerta danzamos con los labios.

Y son estos labios los que parpadean

y hacen señales hasta luego amor y aún funámbulo

ya hago acopio del silencio y de sus plumas

para hacer frente al estampido que no espera,

con las manos ocupadas por la ternura, pértiga,

vara de pastor?, rama partida y seca?, palo santo?

lanza?, o mástil bamboleante de la derrota,

todas las derrotas, mapa de espuma y de silencio.

Sobre la cuerda floja de una adelgazada alba,

atravieso el cable al rojo vivo de la fatiga se estar vivo,

hasta el nosotros como un grito como un grito.




Saude miña Olivia,

Me parece un horizonte encendido tu propuesta. Lo cierto es que todo lo que la voz del otro regala es Asia cuando por medio andan los labios, las lenguas, las patrias del tamaño de los besos y cosas de criaturas

que comen sol y luna y noche en las cocinas magnificas del sueño.

Olivia, cuenta conmigo que ya estoy encantado por tus señales de humo.

Me parece estupendo jugar a recorrer la Ruta de las Indias y volver a cada instante con estampas de un amor.

k.



SONETOS VOTIVOS

Tomás Segovia


1

Los recuerdo turgentes y temblones,

tus grandes, densos pechos juveniles,

tímidos y procaces, pastoriles,

frescos como aromáticos melones.

Eran el más solemne de tus dones

cuando al fin liberabas sus perfiles

en cuartos cursis de moteles viles,

deliciosa de susto y decisiones.

Juguetona y nerviosa los mecías

retozando desnuda sobre el lecho,

plétora pendular frente a mis dientes.

Y cuando muda y grave te me abrías,

te sentía apretar contra mi pecho

sus dos bultos callados e insistentes.

2

Tu carne olía ricamente a otoño,

a húmedas hojas muertas, a resinas,

a cítricos aceites y a glicinas

y a la etérea fragancia del madroño.

Hábil como una boca era tu coño.

Siempre había, después de tus felinas

agonías de gozo, en las divinas

frondas de tu deseo, otro retoño.

Te aflojabas de pronto, exangüe y yerta,

suicidada del éxtasis, baldía,

y casta y virginal como una muerta.

Y poco a poco, dulcemente, luego,

absuelto por la muerte renacía

tu amor salvaje y puro como el fuego.

3

Entre los tibios muslos te palpita

un negro corazón febril y hendido

de remoto y sonámbulo latido

que entre oscuras raíces se suscita;

un corazón velludo que me invita,

más que el otro cordial y estremecido,

a entrar como en mi casa o en mi nido

hasta tocar el grito que te habita.

Cuando yaces desnuda toda, cuando

te abres de piernas ávida y temblando

y hasta tu fondo frente a mí te hiendes,

un corazón puedes abrir, y si entro

con la lengua en la entraña que me tiendes,

puedo besar tu corazón por dentro.

4

El breve trecho, pero sorprendente,

que va desde la voz fresca y alada

de tu clara garganta a la callada

monocordia del coño hondo y ferviente,

basta para que así me represente

lo que hay en ti de náyade o de hada

que en lo alto vuela y en lo limpio nada,

pero fundada tenebrosamente.

Qué incomparable don que a un tiempo mismo

des a la luz tu risa, y al abismo,

secretamente, valerosa te abras.

Y que a la vez te tenga en mi entusiasmo

volátil e infantil en las palabras

y temible y mujer en el orgasmo.

5

Un momento estoy solo: tú allá abajo

te ajetreas en torno de mi cosa,

delicada y voraz, dulce y fogosa,

embebida en tu trémulo trabajo.

Toda fervor y beso y agasajo,

toda salivas suaves y jugosa

calentura carnal, abres la rosa

de los vientos de vértigo en que viajo.

Mas la brecha entre el goce y la demencia,

a medida que apuras la cadencia,

intolerablemente me disloca,

y al fin me rompe, y soy ya puro embate,

y un yo sin mí ya tuyo a ciegas late

gestándose en la noche de tu boca.

6

Sé que no sabes que recuerdo tanto,

tu piel untuosa y pálida, amasada

con fiebre y luna, y tu boca abrasada,

blanda y jugosa y salada de llanto,

y tu implorante gesto de quebranto

sobre tu frigidez crucificada

y agradecida y tierna aunque insaciada,

y mi esfuerzo patético entretanto,

y el amor con que entonces se volvía

tu largo cuerpo de impecable diosa

en su halo de luz y denso efluvio,

y ofrecías sensual a mi porfía

la masa de las nalgas prodigiosa,

guiando mi mano hacia tu pubis rubio.

7

(Soneto a la inglesa)

Todo hombre sin mujer es un Crusoe.

Náufrago de tu ausencia, me rodeo

del simulacro gris de un ajetreo

cuya nostalgia sin piedad me roe.

Y al correr de los días o los años,

voy odiando mi edén entre las olas,

y mi siembra de amor erguida a solas,

y mi semen tragado por los caños.

No la caza triunfal, ni el fruto en ciernes;

no el perro, ni el paraguas, ni la mona;

no el papagayo o el hogar, o un Viernes;

sólo un sueño imposible me obsesiona:

por entre escollos y corales y algas,

nadar hasta la costa de tus nalgas.

8

Hay una fantasía que a menudo

me hace temblar como una fiebre aguda:

tú yaces junto a mí toda desnuda;

yo yazgo junto a ti también desnudo.

Y pegado a tu flanco, ungido y mudo,

islas en ti mi piel cubre y escuda,

y su ritual las marca y las saluda,

y a un talismán con cada mano acudo:

una mano litúrgica en tu sexo

de vello montaraz; la otra en un pecho;

y si pensara que me falta una,

tu otro pecho, lo sé, figura el nexo

con tu parte intocable, tu derecho

a un libre curso de remota luna.


DOS SONETOS POSTERIORES

I


Si te busco y te sueño y te persigo,

y deseo tu cuerpo de tal suerte

que tan sólo aborrezco ya la muerte

porque no me podré acostar contigo;

si tantos sueños lúbricos abrigo;

si ardiente, y sin pudor, y en celo, y fuerte

te quiero ver, dejándome morderte

el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo;

si quiero que conmigo, enloquecida

goces tanto que estés avergonzada,

no es sólo por codicia de tus prendas:

es para que conmigo, en esta vida,

compartas la impureza, y que manchada,

pero conmovedora, al fin me entiendas.

IV


¿Pero cómo decirte el más sagrado

de mis deseos, del que menos dudo;

cómo, si nunca nombre alguno pudo

decirlo sin mentira o sin pecado?

Este anhelo de ti feroz y honrado,

puro y fanático, amoroso y rudo,

¿cómo decírtelo sino desnudo,

y tú desnuda, y sobre ti tumbado,

y haciéndote gemir con quejas tiernas

hasta que el celo en ti también se yerga,

único idioma que jamás engaña;

y suavemente abriéndote las piernas

con la lengua de fuego de la verga

profundamente hablándote en la entraña?




SUMARIO



Abrazarte al salir junto a la puerta,


en camisón, descalza, despeinada,


blanda y mimosa de haber sido amada,


tibia de sábanas y mal despierta.


.


Y respirar en tu pechera abierta


la leve y tenebrosa bocanada


que sube de tu sexo caldeada


oliendo a pozo y algas y agua muerta;


.


oliendo a hongos metálicos, a fosa,


a sombra macerada, exangüe yodo,


a fiebre en pena, a fósiles humores,


a exhaustos émbolos y a cal mucosa


.


- y añorar todo el día de este modo


una perversa Ítaca de olores.





(Último soneto votivo)




Aunqu'el omme no come la pera del peral,

el estar a la sombra es plazer descomunal.

Arcipreste de Hita



Bien sé yo, Arcipreste, a qué aludías


con esa idea de comer la pera:


a todos los varones nos espera


ese sombrío ayuno que decías.




SE acaban fatalmente aquellos días


en que el hambre de peras de ésas era


sanamente saciada, sin que hubiera


de dejar de morder donde podías.




Citas luego la sombra de peral,


sabiendo que el deseo es inmortal


y son sus mil caminos muy diversos;




vivo, aunque mudo ya y sin tocar nada,

disfruta agazapado en la mirara


veladamente, como estos versos.



Inédito







Soneto IV



¿Pero cómo decirte el más sagrado


de mis deseos, del que menos dudo;


cómo, si nunca hombre alguno pudo


decirlo sin mentira o sin pecado?



Este anhelo de tí feroz, honrado,


puro y fanático, amoros y rudo,


¿cómo decírtelo sino desnudo,


y tú desnuda y sobre tí tumbado,




y haciéndote gemircon quejas tiernas


hasta que el celo en tí también se yerga,


único idioma que jamás engaña;




y suavemente abriendote las piernas


con la lengua de fuego de la verga


profundamente hablándote en la entraña?




(de Figuras y melodías)


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